Muchas personas prefieren lavar los platos en agua caliente. Esta puede ser la mejor opción, pero es un error que no deberías volver a cometer.
Cuando lavamos los platos, tendemos a utilizar agua caliente para una mayor limpieza y eficacia. Sin embargo, hay muchas razones por las que es mejor utilizar agua fría.
De hecho, elegir agua fría puede tener consecuencias para tus facturas y para el planeta.
En este artículo, descubre por qué no es aconsejable lavar los platos con agua caliente…
Lavar los platos con agua caliente: una práctica que consume mucha energía
Si utilizas agua fría para fregar, puedes ahorrar mucho dinero en tus facturas. Mientras que el agua caliente requiere mucha energía para calentarse, no hay costes adicionales si utilizas agua fría. Esto puede traducirse en un ahorro en la factura de la luz.
Es más, utilizar agua caliente puede suponer un enorme derroche de energía. Empezando por la producción de agua caliente, que requiere más energía que el agua fría.
También hay que tener en cuenta los sistemas de calentamiento del agua, como las calderas de gas o eléctricas y los radiadores, que necesitan fuentes de energía no renovables para funcionar, en particular gas natural o electricidad producida por centrales térmicas. Como consecuencia, emiten gases de efecto invernadero y utilizan recursos no renovables.
Sin embargo, si utilizas agua fría, puedes reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger el medio ambiente.
Además, quizá no sepas que, una vez producida el agua caliente, hay que utilizar energía continuamente para mantener su temperatura durante mucho tiempo. Y eso puede repercutir en tus facturas de calefacción.
Utilizar agua caliente para fregar: la limpieza no siempre es satisfactoria
La gente piensa que utilizar agua caliente limpia la vajilla con mayor eficacia. Sin embargo, debes saber que el agua fría es más eficaz que el agua caliente a la hora de dejar la vajilla impecable.
Basta con utilizar un detergente fuerte y fregar perfectamente, y todos los restos de comida se eliminan a la perfección.
Además, si utilizas agua fría, no deja marcas ni manchas en la vajilla. El agua caliente, por el contrario, puede provocar la formación de depósitos calcáreos o restos de jabón, dejando tu vajilla sin brillo, opaca y sin brillo.