Con la llegada del otoño y la paulatina bajada de las temperaturas, los amantes de las plantas se entristecen porque ya no pueden ver los bellos colores de las plantas de verano.
Sin embargo, tal vez no sepan que hay algunas plantas con flores igual de hermosas que crecen y florecen incluso con las temperaturas más bajas. Es el caso del ciclamen.
Famoso por sus flores blancas, rosas o rojas, y su follaje en muchos tonos de verde, ha llegado el momento de cultivar ciclamen.
Descubra algunas reglas de oro a seguir para obtener un ciclamen espléndido y exuberante.
Riegue bien
Un buen riego es el principal secreto para tener un ciclamen en flor resplandeciente y sano. He aquí los dos métodos más adaptados a la planta.
Riego por arriba
El método clásico y más práctico es el riego por arriba. Especialmente adaptado a los periodos muy fríos, permite dosificar con precisión la cantidad de agua a utilizar.
Para ello, riegue desde arriba con una regadera, teniendo cuidado de mojar únicamente la tierra y no las hojas ni las flores.
Riego por inmersión
Consiste en colocar la planta con toda la maceta en un recipiente con al menos 5 ó 6 cm de agua y dejarla allí durante unos 30 minutos. Este método se utiliza mejor en periodos de transición, cuando las temperaturas son medias.
Mueva la planta en función de la temperatura
El ciclamen tiene la ventaja de adaptarse fácilmente, ya sea en el interior o en el balcón.
De hecho, contrariamente a lo que estamos acostumbrados a pensar, a los ciclámenes les gusta la temperatura pero no el frío. La temperatura ideal para el cultivo del ciclamen es entre 10 y 15°C.
Para conseguirlo, puede mantenerse en el exterior. Sin embargo, si el tiempo es muy frío, trasládalo al interior, a una habitación que no esté calentada artificialmente pero que no sea excesivamente fría.
Abona tu ciclamen cada 3 semanas
Para cultivar un magnífico ciclamen, es necesario utilizar un abono específico para plantas de flor, es decir, con un alto contenido en potasio y fósforo.
Para utilizar este producto, dilúyalo según las proporciones indicadas en el envase. Como norma general, debe utilizarse una vez cada 3 semanas.
Sin embargo, hay opciones naturales más eficaces, como las cáscaras de plátano. Ricas en potasio, puedes utilizarlas de forma muy eficaz convirtiéndolas en pequeños trozos y esparciéndolas por el suelo de la planta. De nuevo, hazlo cada 3 semanas aproximadamente entre septiembre-octubre y febrero-marzo.