
na de las partes de la casa que podemos olvidar cuando hacemos la limpieza del hogar son las láminas de madera del arenero. Debajo de la cama, como sabemos, se concentra mucho polvo y éste inevitablemente también se deposita sobre ellos. Hoy veremos cómo limpiarlos mejor, sin correr el riesgo de que la madera se arruine.

El polvo es el enemigo número uno de la casa y de todos sus muebles. Prácticamente invisible cuando revolotea en el aire, se posa continuamente en todas las superficies y, además, se cuela por todas partes, incluso en lugares donde nuestra vista no puede alcanzar.
Uno de los lugares donde más los encontramos cuando limpiamos es debajo de la cama y esto conlleva una potencial proliferación de gérmenes y bacterias , además del riesgo de sufrir alergias y estornudos . La limpieza de este punto debe ser regular y bien hecha y por tanto debe incluir también las láminas de madera del arenero. De hecho, muchas veces nos centramos en limpiar el suelo y el colchón, pero puede pasar que los ignoremos.
Para evitar el riesgo de olvidarlos, podemos combinar su limpieza con la del colchón . Cuando lo levantamos, lo giramos, lo aspiramos y lo desinfectamos, también reservamos unos minutos para las lamas, así también ahorraremos tiempo y energía.

El primer paso a dar es precisamente quitar el polvo y para ello podemos utilizar un plumero de varilla larga, un cepillo para llegar a los rincones más escondidos o el propio aspirador, quizás introduciendo la boquilla más pequeña o del cepillo.
A continuación, podemos pasar a limpiarlos. No olvidemos que están fabricados en madera, por lo que lo ideal es un producto específico para este material. Alternativamente, agua tibia y un poco de aceite de oliva funcionarán bien.
Pero lo que más cuidado debemos tener es dejar las lamas lo más secas posible . El agua es el peor enemigo de la madera y, además, dejarla mojada y volver a ponerle el colchón hará que la humedad también pase a ella. Luego las secamos bien con un paño o, mejor aún, dejamos airear la habitación unas horas, para que las lamas se sequen solas.
